De las pruebas de traducción y los «noes»
- franov99
- 15 mar 2022
- 2 Min. de lectura

No hace ni una semana de mi última prueba de traducción para acceder a un puesto de empleo. No hace ni un mes desde que hice la anterior. Y estoy seguro de que no pasará mucho tiempo hasta mi siguiente prueba.
Es esa sensación, conocida por todos los traductores, revisores, localizadores y, en general, profesionales del mundo de la traducción, de nervios, de ansiedad, de que tu futuro, el cercano, al menos, depende de una cuestión tan simple como traducir o no un topónimo, respetar el formato y la distribución del segmento de origen, o simplemente de decidir ser más creativo o más fiel y literal, la que te hace cuestionar si realmente vales para esto. Ese «síndrome del impostor» que aparece en esos momentos, evidentemente cuando peor viene, ya sea para tu salud mental o para tu éxito profesional.
La realidad es que este mundo de la traducción, tan bonito y necesario como poco valorado y, al menos últimamente, peor pagado, es un mundo de crítica y evaluación constante. Este modelo de evaluación, examen, corrección y descarte es justificable con argumentos del estilo de «las empresas y los clientes necesitan saber tus conocimientos antes de contratarte». Sin embargo, y al igual que pasa con la formación académica, y, en general, con cualquier trámite donde haya que demostrar tus conocimientos y capacidades, jugarte tu puesto de trabajo y tu porvenir a un «todo o nada», donde te hayas podido levantar con toda la inspiración del mundo o no sabiendo ni dónde estás, es un sistema tan injusto como desacertado.
No hay una aparente solución buena. Lo único que podemos hacer es no desesperar y seguir intentándolo. Porque la satisfacción de pasar una prueba de traducción y conseguir el trabajo es algo maravilloso. Y el «no» ya lo tienes.
¡Qué interesante!