De la esclavitud moderna y las prácticas

En las prácticas laborales muchas veces se desempeña el mismo trabajo que realiza un trabajador en plantilla. La pregunta, por tanto, es casi obligada: ¿por qué no se remuneran, cuando aportan un beneficio a la empresa?

La respuesta, sin embargo, es tan dividida como endeble. El sector que defiende este tipo de "esclavitud moderna" sostiene que la remuneración de las prácticas es el propio aprendizaje y la inserción de la persona al mundo laboral. También afirman que no se deben remunerar con dinero ya que son una puerta para hacerte un hueco en la empresa de turno y medrar en ella cuando acabe el contrato de prácticas. Precisamente muchas empresas se aprovechan de los contratos de prácticas para conseguir trabajadores de forma "gratuita" durante algunos meses a cambio de emplear unos pocos días en su formación y en explicar el funcionamiento de la empresa y su puesto de trabajo.

En el lado opuesto de la opinión sobre la remuneración nos encontramos el ejemplo de un organismo como el Parlamento Europeo. No hace ni dos meses que condenaba la no remuneración de las prácticas y consideraba este hecho "una forma de explotación de trabajadores jóvenes y una violación de sus derechos", instando además a los países miembros de la Unión Europea y a la Comisión a colaborar con el fin de proponer un marco jurídico para garantizar una remuneración justa.

Ha quedado claro que, efectivamente, las prácticas aportan mano de obra y un beneficio económico a la empresa, sobre todo teniendo en cuenta que un organismo de semejante importancia no se metería de lleno en este tema si no fuese consciente de la realidad. La pregunta ahora debería ser: ¿a qué están esperando para obligar su remuneración?